Los amarillos sacan la cabeza de la zona de descenso con el triunfo en el Carlos Belmonte, que rompe seis meses de improductividad de victorias a domicilio
El Albacete-UD Las Palmas de este sábado caerá pronto en el olvido. Si acaso se recordará porque fue el día en que las huestes de Juan Manuel Rodríguez volvieron a salir (deseamos que de manera definitiva) de la zona de descenso y porque se rompió una racha de improductividad triunfadora a domicilio que duraba desde hacía seis meses (17 de septiembre en Villarreal). Se olvidará también futbolísticamente porque dejó pocas secuencias memorables o porque, sencillamente, quedan todavía doce interesantes batallas para resolver el calendario de la temporada. Pero su marcador 0-1 es una alegría tardía y merecida para la parroquia canaria, el nuevo producto de un cambio de modelo que hace más llevadero el objetivo de la salvación en una categoría que no permite tregua. Ese sacrificio se ha entendido perfectamente y cobra sentido cuando en el campo de juego son los propios futbolistas los que asumen el nuevo disfraz de la temporada con absoluta dedicación. Las Palmas ganó su segundo encuentro consecutivo porque tuvo entereza defensiva y aprovechó lo que tenía que aprovechar.
Sin duda la UD jugó con los nervios de su oponente, que pareció desde el minuto 1 hasta el 93 un equipo desquiciado al que la cuenta atrás de la Liga no le deja pensar ni adoptar las decisiones correctas. El acierto táctico de Juan Manuel comienza con las ganas de brega de sus futbolistas, con la asociación para cubrir espacios y no dejar opciones a los rivales. En este entramado, el valor del doble pivote Josico-Vicente Gómez es incalculable. Son los que mensajeros de la consigna, con un estilo aguerrido en la destrucción enemiga y el posterior despliegue sencillo del cuero. La desaparición de David González en el once ha cambiado la cara a Las Palmas, que no monopoliza la salida de su juego y, en cambio, se acuerda de que por las bandas existe vida o recurre al envío largo buscando la aventura. El fútbol de toque cambia por uno más práctico, aderezado de pelea y concentración defensiva. Y con el Albacete, además, encontró muchas facilidades para desarrollarlo porque tenía enfrente un rival entregado a las circunstancias, que a base de pelotazos intentó sacudirse sus nervios pero no tuvo capacidad para reflexionar cómo perforar la roca que tenía enfrente.
BARBOSA: SU DÍA MÁS TRANQUILO
En realidad, Barbosa ha podido vivir esta tarde su partido más plácido. Bien protegido intervino lo justo y esa señal es inequívocamente el reflejo de que la situación defensiva se reconduce por los cauces que se reclamaban. Calle, otrora difícil delantero, no encontró una fisura por donde sorprender a los centrales mientras Pignol y Ruymán terminaron por cerrar el perímetro de seguridad.
Así se desarrolló un encuentro que apenas tuvo ocasiones y que se resolvió en una jugada aciaga para el equipo local. El mérito de Pedro Vega, una vez más, fue envenenar el centro al corazón del área; el déficit manchego, en cambio, la falta de diálogo entre porteros y defensas para despejar un balón que ellos mismos acabaron introduciendo en su portería. Ese gol, que tampoco quedará en las retinas de los coleccionistas de arte, se convierte en estos momentos en la pócima milagrosa que permitirá a muchos amarillos dormir una semana a 'pata suelta'. Y ya era hora.
El Albacete-UD Las Palmas de este sábado caerá pronto en el olvido. Si acaso se recordará porque fue el día en que las huestes de Juan Manuel Rodríguez volvieron a salir (deseamos que de manera definitiva) de la zona de descenso y porque se rompió una racha de improductividad triunfadora a domicilio que duraba desde hacía seis meses (17 de septiembre en Villarreal). Se olvidará también futbolísticamente porque dejó pocas secuencias memorables o porque, sencillamente, quedan todavía doce interesantes batallas para resolver el calendario de la temporada. Pero su marcador 0-1 es una alegría tardía y merecida para la parroquia canaria, el nuevo producto de un cambio de modelo que hace más llevadero el objetivo de la salvación en una categoría que no permite tregua. Ese sacrificio se ha entendido perfectamente y cobra sentido cuando en el campo de juego son los propios futbolistas los que asumen el nuevo disfraz de la temporada con absoluta dedicación. Las Palmas ganó su segundo encuentro consecutivo porque tuvo entereza defensiva y aprovechó lo que tenía que aprovechar.
Sin duda la UD jugó con los nervios de su oponente, que pareció desde el minuto 1 hasta el 93 un equipo desquiciado al que la cuenta atrás de la Liga no le deja pensar ni adoptar las decisiones correctas. El acierto táctico de Juan Manuel comienza con las ganas de brega de sus futbolistas, con la asociación para cubrir espacios y no dejar opciones a los rivales. En este entramado, el valor del doble pivote Josico-Vicente Gómez es incalculable. Son los que mensajeros de la consigna, con un estilo aguerrido en la destrucción enemiga y el posterior despliegue sencillo del cuero. La desaparición de David González en el once ha cambiado la cara a Las Palmas, que no monopoliza la salida de su juego y, en cambio, se acuerda de que por las bandas existe vida o recurre al envío largo buscando la aventura. El fútbol de toque cambia por uno más práctico, aderezado de pelea y concentración defensiva. Y con el Albacete, además, encontró muchas facilidades para desarrollarlo porque tenía enfrente un rival entregado a las circunstancias, que a base de pelotazos intentó sacudirse sus nervios pero no tuvo capacidad para reflexionar cómo perforar la roca que tenía enfrente.
BARBOSA: SU DÍA MÁS TRANQUILO
En realidad, Barbosa ha podido vivir esta tarde su partido más plácido. Bien protegido intervino lo justo y esa señal es inequívocamente el reflejo de que la situación defensiva se reconduce por los cauces que se reclamaban. Calle, otrora difícil delantero, no encontró una fisura por donde sorprender a los centrales mientras Pignol y Ruymán terminaron por cerrar el perímetro de seguridad.
Así se desarrolló un encuentro que apenas tuvo ocasiones y que se resolvió en una jugada aciaga para el equipo local. El mérito de Pedro Vega, una vez más, fue envenenar el centro al corazón del área; el déficit manchego, en cambio, la falta de diálogo entre porteros y defensas para despejar un balón que ellos mismos acabaron introduciendo en su portería. Ese gol, que tampoco quedará en las retinas de los coleccionistas de arte, se convierte en estos momentos en la pócima milagrosa que permitirá a muchos amarillos dormir una semana a 'pata suelta'. Y ya era hora.
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