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jueves, 18 de diciembre de 2014

"VOLVEREMOS A SER GRANDES"


Cuando todo comenzó en la primera semana del mes de noviembre de 2004, la UD Las Palmas estaba en lo más profundo del pozo y camino de firmar la peor temporada deportiva de su historia. Cuando Iñaki Urquijo se presentó en los Juzgados de Reyes Católicos por sorpresa, en el club no había papel higiénico para su personal usuario, había cortes de suministros y la desazón cundía por todos sus rincones. El Palacete de Pío XII, su emblemático poder, se caía a cachos sin capacidad de abrir caudales de financiación a causa de los embargos. El equipo era noveno clasificado del grupo I de la Segunda División B, por detrás -entre otros- de Universidad y Vecindario. El enfado popular era insaciable; el enfado interno, mayor todavía tras superar apenas con la herramienta del cariño al club una reciente huelga de todos sus profesionales. Ese era el panorama que encontró el Juez Juan José Cobo Plana cuando el club grancanario llegó hasta su despacho, en estado agónico y con una legión de acreedores que hacía inviable el siguiente amanecer. La montaña de 72 millones de euros parecía insalvable.

Cuando todo comenzó, la UD Las Palmas iba camino de ser una leyenda extinta del deporte canario. "Hay que dejarla morir con dignidad" llegaron a pedir en público insignes políticos de la isla y del país. Nadie daba un paso por ella y sus administradores estaban desbordados. El destino, sin embargo, se empeñó en que en ese momento de la historia de un club tan enraizado apareciera un adalid gestado en el pueblo llano, un líder joven y audaz, un creyente atrevido que no veía barreras sino soluciones, un hombre con una sensibilidad fuera de lo común desafiante a cualquier reto. A ese invencible le captó de inmediato el juez del concurso 6/2004, que se percató de que él mismo estaba yendo muy lejos para convertirse en presidente de una empresa imposible, ajena a su propio papel social.

Cuando Miguel Ángel Ramírez cogió la batuta del proceso se quedó virtualmente sólo. "Es como si hubiese un problema con La Playa de Las Canteras o con el Roque Nublo. Tenía que movilizar a toda la sociedad canaria para salvar a la Unión Deportiva". Y lo ha hecho. Le vimos fajarse con todos, negociar para buscar soluciones y luchar para que hasta el club no se volvieran a acercar los vicios maliciosos que casi le llevaron a la muerte. Se partió la cara en todos los foros con la bandera del club al que primero había aplaudido, abandonó virtualmente su puesto en la empresa porque le abrumaba el fútbol, se sentó con políticos, empresarios, aficionados, jugadores, periodistas y hasta con el balón para convencerles que había que buscar la puerta de salida.

Miguel Ángel Ramírez también se ha transformado en estos diez años en los que ha recibido más golpes que felicitaciones por ser caudillo de esa empresa imposible, luchar por un símbolo de Gran Canaria al que no quería dejar morir. Ahora es mejor presidente que entonces y caminante ilusionado hacia el 2015, donde se avecinan días apasionantes. Este jueves tenía motivos y argumentos para desvelar por qué salvar a Las Palmas parecía una quimera y, también, pasar facturas a aquellos que no colaboraron y dieron la espalda. Y, sin embargo, fue elegante y gentil; una respuesta propia con el cargo que ostenta y con la gente a la que representa.

De aquellos días de 2004 a la realidad actual del club: líder de Segunda División, con una cantera orgullo de Canarias, con un trozo aún de deuda (13 millones) a reducir hasta 2027 y con un Estadio a punto de volver a convertirse otra vez en un teatro de fútbol. Paralelo a ello, el avance popular de un sentimiento que vuelve a afianzar las raíces entre los amarillos de la patria chica. Pero la máquina ambiciosa del presidente no ha cesado: "Volveremos a ser grandes. Si logramos el ascenso, lo siguiente es Europa".
Tras la tortura de una década se avecina otra apasionante. Con una moral así es inimaginable perder esta batalla.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

GRANDES Y UNIDOS


Los días vividos en este inicio de diciembre de 2014 han sido excepcionales; registrados y marcados en la historia reciente de la UD Las Palmas. Tocaron cima en el transcurso del intermedio del encuentro de Copa del Rey frente al RC Celta. Más de diez mil personas, en pie, no dejaron de aplaudir durante quince minutos a los cinco magníficos, en un homenaje popular que ha podido esperar de forma involuntaria más de treinta años. Esos lazos nunca se rompieron. Los nombres de todos ellos reviven lo mejor del club que ha estado 31 años en Primera División y que representaba a grancanarios y canarios en general. Es el matrimonio entre el juego tradicional de la cantera de las islas y los refuerzos cómplices, que se metieron en el corazón de los aficionados.

Carnevali, Morete, Brindisi, Fernández y Wolff han quedado impactados. Pensaban la mayoría que le habíamos olvidado; ni imaginaron lo que les iba a ocurrir en cuanto pisaran tierra canaria. "Es como si nunca nos hubiéramos ido" reconocía aún sin salir de su asombro Carlitos Morete, sin duda el hombre que más lágrimas ha derramado en las últimas horas en Gran Canaria. Incluso cuando cruzó el arco de seguridad del Aeropuerto este martes, regreso a la Argentina.

Pero más allá del acto en sí, realizado en justa causa y en meritorio esfuerzo por el consejo de administración que preside Miguel Ángel Ramírez, lo que ha ocurrido estos días es el renacer de una patria chica, de lo que siempre fue la UD Las Palmas especialmente en aquella gloriosa etapa y en los años que le precedieron. El homenaje a Germán Dévora y, en paralelo, el reconocimiento institucional y popular a los magníficos sudamericanos llevan más profundas las raíces de la UD Las Palmas, el club tantos años desprotegido y mal gestionado. La dolorosa política de la pérdida de una identidad ya es historia por fortuna; la ha enterrado el persistente Miguel Ángel Ramírez. El maltrato a personas que lo han dado todo por el club ha desaparecido en la última década y el crecimiento de un sentimiento patriótico, volcado en un equipo de fútbol, vuelve a galopar hacia el horizonte.

Son los golpes del destino. Desde el 22 de junio el crecimiento de la UD Las Palmas en el corazón de la gente ha sido extraordinario. Su causa gana simpatizantes por todos lados. Camina paralelo al buen andar del equipo en la temporada; bien gestionado y con dosis de ilusión inagotables para volver a lugar de donde nunca debió salir. Tras todo ello, las palabras del presidente a los ex jugadores reunidos en La Marinera antes de que se desencadenara la oleada de actos conmemorativos. "Volveremos a ser grandes". Y todo pasa por mantener en alto el primer concepto que forjó la fundación en 1949: unidos.


La nieta de Atilio Ley Duarte, ex presidente que firmó a los argentinos magníficos, posa con ellos en Destilerías Arehucas (C. Torres)