Segundo Almeida realizó un comentario este mediodía que nos llamó la atención y que subrayamos en nuestro bloc de notas. "La afición de la UD Las Palmas se nos ha vuelto resultadista", aseveró en el transcurso de una amena tertulia en UDRadio, en la que también participaba otro veterano periodista como Antonio Cruz Domínguez. Se expresaron allí muchas ideas en casi hora y media de debate, pero la más aguda fue esta observación que deja abiertos caminos para distintos análisis. Si es así como afirma el experto periodista radiofónico, entenderíamos el motivo del por qué se ha generado este enfado tan desproporcional que existe con el proyecto liderado por Paco Jémez. Diez partidos sin ganar pasan factura, sin duda, pero ... ¿tanto como para convertir el encuentro ante el Villarreal B como un día del juicio final?, ¿acaso la ambición resultadista de la que habla Almeida es capaz de ocultar lo que hay detrás del bosque?: un proyecto de jóvenes chavales mezclados con gente experimentada, de sangre canaria en abundancia que había rescatado el fútbol de la vieja escuela y el sentimiento de orgullo por el espectáculo de cada partido. Con estas perspectivas iniciales, la mirada hacia la permanencia sería lo lógico pero ... probado el caviar, ¡qué mal sabe la mortadela!.
Esta no es la primera vez que la UD Las Palmas está metida en el atolladero de la pelea por la salvación. En realidad, nunca ha salido de ahí en el último lustro. Y menos cuando, después de la confección de la temporada (1.700.000 euros menos de gastos previstos en relación a los ejecutados durante el pasado ejercicio), nadie desde el club mencionó la palabra ascenso como sí había ocurrido, en cambio, en 2009-10. La culpa de todo ésto no la tiene exclusivamente Jémez, el consejo o los decepcionados aficionados. Los responsables son los jugadores, los mismos que despertaron tan exagerada expectación por el buen comienzo y engañaron a los músicos del espectáculo para que interpretaran fanfarrias triunfales cuando sólo se habían producido los primeros disparos de la contienda. El estafador no es el técnico; Jémez es la víctima que está a alcance de todos. Y, una vez exhibido en el patíbulo escenográfico, no le van a perdonar.
Pero, volviendo a la frase de Almeida, el resultadismo -término muy futbolístico no recogido aún por la Real Academia de la Lengua- es una enfermedad global, que traspasa todas las fronteras. El Betis: por ejemplo. Venerado Pepe Mel sólo hace un mes ahora se le cuestiona hasta el peinado que no tiene. De la renovación puede pasar al despido. Víctima de los resultados eran los técnicos ya cesados del CD Tenerife (Arconada y Mandiá) y hasta el propio presidente Concepción (Decepción para sus detractores), a quien varias jornadas sin perder le han servido ahora para salir desde la cueva y sacar pecho de sus cinco años de gestión, además generando una angustiosa incertidumbre sobre su futuro. El 'virus resultado' existe. Pero la afición de la UD Las Palmas ha demostrado también a lo largo de la historia que nació de noble semilla y que nunca ha dado la espalda a esas camisetas amarillas ni a quienes las portan. La vergüenza histórica que sintió tras la segunda mitad de Alcorcón es, probablemente, el mayor motivo de su enfado actual y es un argumento incuestionable para que el club active mecanismos para reaccionar. Pero cuando Almeida terminó su frase, de inmediato se nos pasó por la cabeza la hecatombe de 1983, el día en que los resultados eclipsaron 19 años ininterrumpidos en Primera División. La hinchada del Insular asistió triste al descenso de su equipo y aplaudió incluso el título que había conquistado ese mismo día el Athletic. Comprendió sin reproches, perdonó el mayor fracaso en la historia del club y apoyó el nacimiento de nuevos proyectos que volvieron a desembocar, dos años después, en Primera. No fue exactamente un ejercicio de paciencia, pero aquel cariño maternal tuvo luego recompensa. Porque en realidad lo que no había sido traicionada entonces era la unidad.
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