La política de una empresa que pretende alcanzar altura no debe tener como combustible los impulsos pasionales. Y menos en una actividad con tantas variables como es el propio deporte. El ruido de los tambores pone a prueba, precisamente, a los responsables de cada proyecto. Lo que diferencian a éstos de los aficionados es el análisis de todos los condicionantes de la navegación en contraste con el humor que deja cada uno de los resultados. Esta misma temporada hemos observado de todo en torno a la plantilla que está dirigiendo Paco Jémez: la ovación, la ola festiva en las gradas, el murmullo, alguna pitada que cada vez es menos tímida y, por supuesto, el disgusto de comprobar cómo un equipo que parecía destinado a avivar la llama de la ilusión ha ido decayendo hasta situarse en el tramo empedrado del final de Liga, sin garantías aún de permanencia. Han pasado de ser los 'nuevos diabiblos amarillos', en una comparación impregnada de despropósitos por quienes la apadrinaron, a ser un equipo en pleno caos cuya caída hipotéticamente se repararía con la decapitación del mismo técnico al que se comparó con Guardiola, su exitoso amigo y excompañero. Ahí es nada.
Las Palmas, Jémez y sus jugadores no eran una cosa y ni la otra. Existe una realidad limpia e insobornable: los números. Estos dicen que Jémez está inmerso en su peor momento desde que llegó a la isla hace 34 encuentros (33 de Liga y uno de Copa). Que logró 9 victorias, 12 empates y 13 derrotas. Que sumó 48 goles y encajó 57. Pero también dicen que evitó el descenso la pasada temporada, que estuvo tocando las puertas de la promoción en la presente y que, tras nueve jornadas sin ganar, siente el aliento en el cogote de los que le persiguen (en la clasificación). 77 días sin victorias son demasiados pero lo único que han hecho hasta ahora es poner a prueba la integridad de un proyecto que tuvo una idea original que todo el mundo (subráyenlo) aplaudió hasta reventar las manos.
Pero, no nos engañemos: Jémez, Kresic, Juan Manuel, Vidales, Juanito o el mismo Mourinho han elegido ser componentes de un gremio que tiene sus propios indicadores y, por más que el viento intente soplar empujando el spinaker, si los resultados no acompañan, no hay sustento. Hay otra cosa evidente: en el devenir clasificatorio de la UD Las Palmas existen factores inevitables (léase lesiones), baja forma de jugadores, incluso errores arbitrales, pero también deficiencias estratégicas o tácticas, como prefieran, que han aprovechado los rivales. Hay muchas cuotas de responsabilidad a repartir aunque al final todas recaen en el mismo personaje, para los méritos o para los defectos. Y en sus manos está aún la solución.
Pero, no nos engañemos: Jémez, Kresic, Juan Manuel, Vidales, Juanito o el mismo Mourinho han elegido ser componentes de un gremio que tiene sus propios indicadores y, por más que el viento intente soplar empujando el spinaker, si los resultados no acompañan, no hay sustento. Hay otra cosa evidente: en el devenir clasificatorio de la UD Las Palmas existen factores inevitables (léase lesiones), baja forma de jugadores, incluso errores arbitrales, pero también deficiencias estratégicas o tácticas, como prefieran, que han aprovechado los rivales. Hay muchas cuotas de responsabilidad a repartir aunque al final todas recaen en el mismo personaje, para los méritos o para los defectos. Y en sus manos está aún la solución.
No se puede cambiar la plantilla al completo..., si el equipo no funciona y los resultados no son los esperados y encima el entrenador no cambia de táctica (no soy experta en fútbol), algún "sacrificio" habrá que hacer, digo.
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