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viernes, 1 de febrero de 2013

SILVA-TYRONNE, ÉIBAR-BARACALDO


Iñaki Sáez definió hace unos años a David Silva como "la carrera del fútbol español mejor programada". El que fuera seleccionador nacional, entrenador y secretario técnico de la UD Las Palmas dijo aquello en un contexto de valoración de un futbolista prometedor que tuvo que ir a conocer el barro del fútbol del Norte con una cesión en el Éibar (2004-05, cuando tenía 18 añitos), luego se probó en la élite con otro préstamo a través del Celta (2005-06) y finalmente triunfó hasta la internacionalidad absoluta en su club de origen, el Valencia.

Silva es un producto artesanal porque hubo que pulirle. A su calidad técnica le unió el sacrificio y la pelea en el club armero, que bajo su magia firmó la mejor de todas sus temporadas en 73 años de historia. Porque acarició el ascenso de categoría siendo cuarto de Segunda tras Cádiz, Celta y Alavés. En Ipurúa y Balaídos le añoran. Mendilíbar le hizo comprender la dureza del fútbol profesional. Y con los celestes de Vigo, un año después, el genio de Arguineguín tuvo un explosivo debut en Primera llevando a su equipo hasta la UEFA.

La sensación de que Silva mejoraba en cada una de las pruebas a la que era sometido es constante y aún hoy en el Manchester City se percibe, cuando ya tiene sobre sus espaldas 27 años, un título Mundial y dos Eurocopas, al margen de los logros con sus respectivos clubes.
En 2013 la UD proyecta una cesión de uno de sus prometedores jugadores a un equipo vizcaíno, vecino del Éibar. Tyronne del Pino acude a Baracaldo (rival amarillo en la liguilla de ascenso de 1993-94). Tiene 22 años, calidad y viaja al País Vasco con mucho para demostrar y aprender; activo al fin y al cabo exprimiendo mejor los minutos que en una grada. La cesión tiene una sola lectura en su caso, pero él ha de hacer el resto.

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