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viernes, 14 de septiembre de 2012

JUGAR EN LA UD, COSA SERIA

A cuentas con una frase de José Manuel León a TintaAmarilla.es: "Debutar en la Unión Deportiva no era cualquier cosa". El siete de los sesenta y parte de los setenta describe así el estado anímico personal de inquietud y responsabilidad, que vivió aquel 16 de septiembre de 1962 cuando Rosendo Hernández le señaló para salir por primera vez como jugador profesional en el memorable encuentro frente al Recreativo. Este partido de Liga supuso el inicio de un nuevo ciclo en el equipo amarillo, lanzado sin saberlo aún hacia sus mejores años en el balompié nacional.
Enlazamos esta frase, que en sí misma rescata la intensidad y el compromiso que significa ese escudo para sus portadores, con una perenne idea trasladada por el actual entrenador del filial, Víctor Afonso, quien sostiene la teoría bien razonada sobre sus futbolistas y el arribo al primer equipo: "Los jugadores de cantera no tienen que llegar a la Unión Deportiva; deben derribar a porrazos las puertas de la titularidad".
Esa definición es muy acertada, sin duda, porque anula la idea de que jugar en Las Palmas es un premio o una compensación; que como antaño debe convertirse en una reivindicación absoluta a la que sólo pueden acceder los mejores, los más cualificados. Resulta doloroso a veces comprobar cómo un futbolista logra su debut para desaparecer luego del contexto del primer equipo, incluso de por vida. O también los que deambulan en la primera plantilla sin una definición. En cambio puede ser estimulante para todos observar el efecto contrario, que bien ha podido ocurrir en las últimas temporadas en casos como los de Jonathan Viera y Vitolo: nadie fue capaz de discutir la idoneidad de ambos desde el día en que salieron para batir al Nástic.
Ser jugador de la UD Las Palmas es cosa seria, como dice León. Aunque en todos los tiempos hubo futbolistas que llegaron y se asentaron, llegaron y triunfaron o llegaron y desaparecieron. Pero al mismo Lobera o cualquier técnico le agradaría escuchar con fuerza los porrazos en la puerta de su despacho.

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