En las últimas 25 temporadas la UD Las Palmas ha cubierto
sólo dos como equipo de Primera División. Y lo hizo de aquella manera,
fabricando a la par una tsunami que rompió con toda su virulencia cuando el
club tuvo que acudir al juzgado apenas dos años después, en su intento de salir
de un atolladero de 72 millones de euros. En ese cuarto de siglo desde 1988 el
representativo grancanario, ese que nos llena la boca cuando hablamos de su
memoria balompédica, viajó 17 años en Segunda División A, seis más en la
categoría de bronce y los dos mencionados ejercicios en la Liga de Las
Estrellas. Varias generaciones de canarios le han visto de forma fugaz en
Primera o, sencillamente, desconocen lo que significan estas camisetas
amarillas en los campos de fútbol de la máxima categoría. Son hijos o nietos de
aquellos que aplaudían a rabiar a los amarillos cuando antaño eran el referente
del fútbol de Canarias.
Perdonen la insistencia pero, hace once años que en Gran
Canaria no llegaba el aroma a la Primera División de forma tan penetrante como
en este mes de junio, especialmente en estos días previos a la disputa de la
primera eliminatoria frente al Almería. Y ello es posible después de meses de
sacrificio y de ser leales a una idea insobornable en la que han trabajado no
sólo el actual cuerpo técnico y jugadores, sino decenas de personas que con
distinta suerte enlazaron sus manos para intentar devolver a Las Palmas al
lugar donde fue club admirado y respetado por su juego brioso y brillante, por
su acento isleño y fútbol con denominación de origen.
Cinco fechas quedaron marcadas en el glorioso pasado del
club relacionadas con su tránsito de Segunda a Primera: 8 de julio de 1951, 25
de abril de 1954, 19 de abril de 1964, 13 de abril de 1985 y 21 de mayo de
2000. Esta vez el camino final no es igual al de los otros cinco ascensos del
club amarillo a la élite nacional porque, en cada una de aquellas
competiciones, Las Palmas era el equipo que se salía de la tabla en los
distintos formatos de la competición. En 2013 está en tiempo de play off, una
fórmula competitiva donde cualquier resultado puede ocurrir. Primero, Almería;
y luego quien sea.
Ha sido duro llegar hasta aquí. Atrás se sortearon las
penurias de la Segunda B, se acortó por el atajo de convenio de acreedores para
evitar una muerte que parecía segura, se levantaron momentos críticos extremos
en el terreno deportivo, se saborearon permanencias como éxitos contra el reloj
y sinsabores abundantes cuando el viento parecía de cara. Pero, hoy, Las Palmas
está ante la puerta de éxito y para traspasarla requiere un empuje colectivo y
solidario, porque depende de sí misma.
Hay una fecha más en el calendario, la del fin de semana del
23 de junio. Metamos el hombro para ganar la última batalla del campeonato,
pues nada está en pérdida, pero hay por conquistar un premio extraordinario. No
ha mostrado el equipo de Lobera la mejor fibra para afrontar el play off, eso
es innegable, pero esto es fútbol. En 1992 Las Palmas de Álvaro Pérez era un
tractor amarillo intocable en la liga regular; sin embargo en la promoción
llegó la decepción. En 1996, en cambio, a días antes del inicio de la liguilla
el consejo de administración del club se planteaba incluso dar un volantazo al
banquillo porque el equipo de Pacuco Rosales titubeaba; sin embargo en la
liguilla acaparó cinco victorias y un empate. Es fútbol, insistimos, y no hay
Biblia que explique sus caminos insondables. Luchemos por el sexto día de
gloria.
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