Un día memorable aquel 1 de abril de 1962. Recordado está como una de las grandes fechas de la historia del fútbol y del deporte de Canarias. Un puñado de amigos coronó la primera cima, considerada casi como una gesta patriótica, alcanzando el título nacional de selecciones juveniles. Nos recuerda Germán Dévora, el líder de aquel grupo de endiablados amarillos, que no pudo disfrutar en persona el recibimiento posterior al equipo de toda la Isla, paralizada por una multitud que cubrió la ciudad de punta a cabo para las muestras de agradecimiento a aquellos maravillosos juveniles que le había cautivado. Germán tuvo que permanecer con otros dos compañeros en la Península, concentrado con el equipo nacional de la categoría, por lo que sólo tiene referencias de aquella celebración a través de un film en formato 'súper 8' que días después le mostraron. "Se me saltaron las lágrimas", aún revive, "lo que me perdí fue extraordinario".
La columna vertebral de ese equipo fue la semilla de la mejor UD Las Palmas de la historia. Sus piezas encajaron con Guedes y Tonono, apenas unos meses de edad superior, para convertirse en la máquina de fútbol amarilla que luego fue una de las potencias dominantes del fútbol profesional. La historia tiene un sitio de honor para esa hazaña que está a punto de cumplir medio siglo porque fue la que acabó por echar las raíces de una idea global de fútbol con denominación de origen que aún pervive.
Aquellos diablos volverán a reunir pronto. No podrán hacerlo todos de forma física, pero no quedarán en el olvido los que se han ido ya, con Luis Molowny como maestro de ceremonia. Les veremos emocionarse porque hay personas tras sus camisetas y nos verán también emocionar a quienes le conocieron y a los que no. Esos diablillos son eternos, superándose incluso fuera de los terrenos de juego donde dejan otra estela que merece seguir. Serán, por siempre, eternamente juveniles.
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