Hubo un tiempo en que los equipos se recitaban como una oración. Empezaban por los porteros de siempre, seguían los defensas de siempre, los centrocampistas y delanteros de siempre. Año tras año. Incluso tenían la buena educación colectiva de colocarse en las fotografías por el orden cronológico de la leyenda, de izquierda a derecha a vista de la óptica. Betancort, Estévez, Tonono, Hernández, Castellano, Trona, León, Gilberto II, Soto, Germán y Miguel Ángel. Aquel once de la temporada 1972-73 es célebre: es el de la victoria con goleada 4-0 al Torino, considerado por el periodista Antonio Lemus, que vivió desde dentro los mejores momentos del equipo, como el más completo en su historia. Allí estaba Estévez, disfrutando también de su momento de gloria.
Aureliano Estévez |
El nombre del defensa fallecido este miércoles a los 62 años de edad está en las profundidades del escudo del club grancanario. No fue un jugador de élite; fue un futbolista de club, con un rendimiento simétrico y una puja constante con otros compañeros que llegaron a tener mayor rango dentro de las distintas formaciones, en especial Martín Marrero y Guillermo Hernández, más tarde el mismísimo Gerardo Miranda. Antes y después a Aureliano Estévez le tocó navegar rodeado por dos internacionales absolutos en su demarcación natural.
Pero aún así, los datos muestran su eficiencia notable en la entidad: 207 partidos en Primera División, pese a sus entradas y salidas en el once y los cambios de técnicos, están al alcance de unos pocos elegidos. Y ya era altamente positivo para Estévez comprobar que siempre estaba en todas las quinielas, para una banda o para otra. Sobre él hay división de opiniones: más o menos ofensivo, más o menos riguroso en los marcajes. Pero lo incuestionable es que su sobriedad profesional se acopló entre grandes jugadores de varias generaciones, en una etapa donde otros Estévez escudaron a un club que ha sobrevivido gracias a sus recuerdos. Y en ellos él no morirá.
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