José Santana Páez, sobre estas líneas, en su encuentro de debut en la Primera División hace cuarenta años. Abajo, entre Santiago Morales y Ángel Betancor, sus dos asistentes en aquel partido, posan ante el monumento a David Silva. (Foto: MB)
El ex árbitro grancanario desvela que la presión del Colegio Catalán en favor de Oliva Fortuny abortó su proyección en el concierto continental
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José Santana Páez, a sus ochenta años de edad, se siente aún el Neil Armstrong del arbitraje canario luego de largos periodos de lucha por alcanzar dejar aquella primera huella en la Liga de las Estrellas. "Siempre seguí una máxima personal: un árbitro, si quiere progresar, tiene que ser honrado en cada una de sus decisiones". Fruto de esa obsesión fue objeto de su mayor polémica cuando en el Estadio Riazor vivió el momento más delicado en su trayectoria deportiva. Dirigía un encuentro entre el Deportivo y el Málaga que, a falta de un minuto, reflejaba el triunfo 1-0 de los gallegos (temporada 72-73). Pero una falta al borde del área pudo cambiar el signo del choque: "mientras miraba el reloj, Viberti (jugador del Málaga) ejecutó la falta y cuando levanté la cabeza el balón estaba dentro de la portería. Concedí el tanto del empate. Entonces se produjo un tumulto con las protestas de los jugadores del Deportivo", prosigue, "el portero Aguilar me agarró por la camiseta y me derribó. Le tuve que expulsar, al igual que al también deportivista Plaza. Sin embargo, cuando mi asistente Ángel Betancor pudo dialogar conmigo me advirtió que en la jugada polémica había dos futbolistas del Málaga en fuera de juego y que el gol no era reglamentario. Cambié la decisión y fueron entonces los andaluces quienes comenzaron a protestar. Tuve de nuevo la obligación de expulsar a Vilanova y Búa. Pero prevaleció lo justo".
Otro de sus momentos cumbres fue la tarjeta roja al madridista Amancio Amaro, uno de los intocables de la Liga española: "Ocurrió curiosamente en otro encuentro contra el Granada. Se enfrentó a patadas con Fernández y no me quedó otro remedio que aplicar el reglamento. Le dije a ambos: ¡los dos, a la calle!, sin rechistar". El Real Madrid fue uno de los clubes que excluyó de sus encuentros al colegiado grancanario.
Santana Páez estuvo a punto de alcanzar el rango de colegiado internacional en su penúltima temporada en activo. Revive ese momento: "Pepe Plaza me lo prometió así en su despacho de la calle San Agustín. Me dijo: tocayo, cuando comience la próxima temporada subirás a internacional. Sin embargo, cuando llegó el momento del nombramiento me dijo que había dado marcha atrás y que le concedía esta condición a Oliva Fortuny, del colegio catalán. La presión que había desde Cataluña fue mayor porque Canarias no la ejercía. Esa es una asignatura que dejé pendiente, pero tampoco hubo justicia conmigo", admite.
ROCES Y PIROPO DE JOSÉ MARÍA GARCÍA
El colegiado grancanario descubre que vivió algunos roces personales con el Maradona del periodismo español, José María García, quien le había dedicado algunas secciones de su célebre programa radiofónico y con quien reconoce que no sentía empatía. "Un día, en el Bernabéu, le vi venir por la zona de vestuarios y pensé: esta es la mía. Venía con una chaqueta de color marrón y las manos en los bolsillos pavoneándose. Yo me acerqué y le pregunté que quién le había dado permiso para estar allí, indicándole que debía abandonar la zona. Se puso algo nervioso y sé que aquello no le gustó ... Él me atacaba por la radio pero a mí me importaba un pepino. Incluso más tarde, en un partido del carajo entre el Atlético de Madrid y el Betis, me criticó duramente por una jugada en la que Cardeñosa quiso engañarme, tras una entrada del brasileño Luiz Pereira, pero yo no piqué. Se montó una carajera". Sin embargo, años después cuando Santana Páez se retiró del arbitraje, el propio José María García tuvo un gesto que enorgullece al colegiado grancanario. "Dijo que yo había sido uno de los árbitros más honestos que había conocido en su etapa profesional. Viniendo de quien venía, me dejó una satisfacción personal saber que el trabajo y la línea que habíamos llevado no cayó en saco roto".
Considera que básicamente los conceptos del arbitraje no han cambiado con el paso de los años aunque "para los colegiados actuales es un alivio saber que ha desaparecido la figura del 'árbitro recusado' que existía en nuestra época (los equipos tenían derecho a pedir al Comité Nacional que algunos colegiados no dirigieran sus partidos, aportando argumentos subjetivos incluso). Eso era una humillación porque cuestionaba nuestros criterios ante los clubes y los aficionados. A mí me llegaron a recusar seis clubes en una misma temporada, entre ellos el Real Madrid por una falta que señalé cometida por un codazo de Del Bosque. Yo no distinguía entre pequeños y grandes. Benito, por ejemplo, era un jugador a quien el colegiado tenía que frenar porque realizaba unas entradas en tijeras que eran muy peligrosas. Yo no le pasaba ni una", puntualiza.
EL AMAGO DE LAS TARJETAS
Tampoco hacía concesiones a los jugadores importantes de la época: "Luis Aragonés era un chinchoso. Una vez vino hacia mí con intenciones de protestar y echarme el público encima. Cuando se acercaba me llevé los dedos al bolsillo haciendo el gesto de que iba a sacar la tarjeta. Él dio media vuelta y se fue con el malhumor a otra parte. Este truco lo utilizaba porque era importante mantener la distancia con los futbolistas, aunque fueran grandes estrellas. Para mí todos eran iguales".
Considera al guipuzcoano José María Ortiz de Mendívil como su referente en el mundo arbitral mientras que en el campo de juego sintió admiración especial por el centrocampista del FC Barcelona, Johan Neeskens: "era un atleta que impresionaba y, además, un profesional que no creaba un problema a los colegiados. No puedo dejar atrás a jugadores canarios de una gran categoría como Tonono, Germán o Guedes, que siempre fueron una gran ayuda para los propios colegiados".
No observa Santana Páez que hubiera polémica arbitral por los acontecimientos de la final de Copa de 1978, cuando el murciano Franco Martínez fue muy criticado por la delegación de la UD Las Palmas a causa de sus decisiones al principio del encuentro contra el FC Barcelona: "Yo viví ese partido en los graderíos del Santiago Bernabéu como un aficionado canario más. Creo que lo principal es que Las Palmas no fue fiel a su estilo y perdió porque el rival fue mejor. Empleó un juego brusco para intentar frenar al Barcelona y el partido se le escapó. Fue una gran decepción para muchos canarios que acudimos hasta Madrid ilusionados. El equipo, sencillamente, no estuvo bien ante un adversario que sabía lo que debía hacer. Pero ya tenía un gran mérito verle disputar esa gran final".
UNA ENTRADA ABERRANTE
No obstante, considera como una de las aberraciones arbitrales la jugada registrada en el Estadio Insular en la Copa del Rey de 1997, con los mismos clubes como protagonistas. "Lo de la lesión de Miguel Ángel Valerón por aquella acción de Ferrer no tiene explicación. Díaz Vega no supo castigar como merecía la entrada del barcelonista, que se 'cargó' la trayectoria de un futbolista. No le he encontrado sentido alguno a su pasividad arbitral en la jugada. Esa imagen y el grave error del colegiado asturiano lo llevo grabado".
Santana Páez se retiró a los 47 años de edad del mundo arbitral. "En ese momento ganaba 12.500 pesetas más dietas por los derechos deportivos de los encuentros. Hoy, en cambio, un colegiado puede profesionalizarse". Su extensa vida deportiva, sin embargo, queda iluminada por ese hecho memorable que se registró en la campaña 70-71, la del alumbramiento del mundo arbitral canario.
Buen trabajo, que viene a demostrar que somos muy buenos en el deporte
ResponderEliminarmi nombre es Paco Santana, nacido en La Isleta a parte de gran admirador de D. Josè Santana Paez, todo un caballero en el mundo del arbitraje, fuì el mejor amigo de su hijo-ya fallecido Jimy,decir que en la actualidad resido en Fuerteventura y soy arbitro en activo,un enorme saludo al colectivo y un fuerte beso al Sr, Santana Paez.
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