Vujadin Boskov, el técnico serbio que nos dejó hace apenas unas semanas a los 82 años de edad y que estuvo de moda en el fútbol español, se empeñó cuando estaba en activo en confeccionar un catálogo de definiciones futbolísticas que trataban de simplificar los debates de sesudos del balón, empeñados en enredar conceptos y juicios. "Fútbol es fútbol y gol es gol". Para qué más, debió pensar.
Y es que muchas de las cosas que ocurren a equipos y deportistas podrían mirarse bajo una lente diáfana, que no se empeñe en localizar esquinas cuando muestra evidencias y conceptos claros. Por ello, otra cosa no ha podido perjudicar más a Sergio Lobera en su epílogo como entrenador de la UD Las Palmas que resultados determinantes adversos en el instante definitivo de la temporada. Tanto es que ya el Éibar es equipo de Primera División -léanlo bien: el Éibar- mientras el Deportivo lo hará en cuestión de horas. Primer objetivo echado por la borda y una de las razones de que en Ipurúa y próximamente en Riazor puedan estar de celebraciones es porque la UD Las Palmas no se mostró en el instante cumbre como un equipo candidato cuando tenía que darlo todo. Esa es una responsabilidad del entrenador.
El primer y principal enemigo de Sergio Lobera ha sido este balance de resultados adversos de las dos últimas jornadas, en aplicación del primer argumento de "cese es cese", Boskov dixit. A partir de ahí entraron en la noche del domingo (hasta las tres de la madrugada, hora de la decisión final), una serie de valoraciones sobre la mesa de reunión del consejo de administración y staff técnico -por cierto no estaba Juanito Rodríguez, acompañante del filial en Lorca- para poner allí todos los argumentos en pro y en contra claramente explicados este lunes por el director deportivo, Toni Cruz. Sergio Lobera, en esencia, no es entrenador de la UD en las seis jornadas finales de la temporada porque su magia no funciona en el vestuario. Y se ha sopesado que un año entero de trabajo corre riesgo de caer en el vacío. Ese dato es relevante y explica cómo un equipo, jugándose la vida en dos partidos que inicia ganando, los pierde y provoca entre sus incondicionales una estampida de grandes proporciones.
21.000 espectadores ausentes en las gradas de Gran Canaria de un encuentro a otro como local no pueden estar tan equivocados. El papel de Lobera ante la afición de la UD Las Palmas también ha cambiado. Un año atrás era hombre solicitado para charlas, fotos y conferencias; fue aclamado en la salida y vuelta a Almería para jugar la promoción, fue besado por los hinchas y se convirtió en icono de un movimiento que quiere desembocar en la Primera División. Pero su hechizo tiempo hacía que no funciona; de hecho este año ha escuchado la protesta popular aunque siempre gozó el respaldo que le merecía la apuesta del consejo y el tiempo de reacción. Le salvaban hasta aquí los resultados y un club presidido por la coherencia, que escucha opiniones técnicas y sociales pero que ha agotado todas las vías para hacer posible un sueño con el mismo capitán aferrado al timón.
Una empresa futbolística soporta todo tipo de vientos. Pero la última pata que la sostiene es el factor humano: los futbolistas. Ellos son el corazón, los brazos y piernas de todos los demás, de los que administran, los que organizan, los que alientan en las gradas y los que diseñan la estrategia. Lobera tenía en el vestuario un grupo de críticos y a jugadores que ya no estaban ni se le esperaban. Eso no es nada nuevo en el mundo del deporte profesional; pero algunos hechos recientes y la lejanía de piezas angulares del proyecto delataban que esa estrella personal tampoco le acompañaba en instantes tan determinantes. Su magia, en opinión del consejo de administración, tampoco llegaba en el vestuario con la fuerza requerida en estos momentos.
Resultados y crédito han jugado en contra de Lobera, que puede sentirse un privilegiado en su profesión porque en la UD Las Palmas ha encontrado un respaldo como en muchos años no se había conocido en estas mismas latitudes y colores. Tiene que dejar el cargo por razones objetivas y la reacción interna es inmediata: Josico, tras hablar con los futbolistas, aprecia que "están como motos y quieren lograr el ascenso a Primera". Algo ha funcionado desde las 03.00 horas del lunes. El fin del club es lo que importa, aunque también habrá de reconocerse que si la UD Las Palmas logra su objetivo en apenas cuatro semanas, una pequeña porción de ese ascenso llevará en él el apellido Lobera. Nadie se lo podrá secuestrar.
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