Cuando esté presente en un escenario esta UD Las Palmas de Sergio Lobera puede ocurrir cualquier cosa. En las cinco últimas jornadas del campeonato puede quedar descolgada de la promoción si le entra otra pájara, puede colocarse para repetir emociones eliminatorias como la pasada temporada o puede incluso dar caza a una de las posiciones de ascenso directo, la que ahora posee el Éibar, claro. Es un equipo capaz de dar un fogonazo en diez minutos y desarmar al Zaragoza, meterse en Riazor, Colombino y el Molinón para asaltar la banca o puede entregarlo todo ante rivales de menos significado como Jaén, Alcorcón o Mirandés. Puede dominar ochenta minutos al Barcelona B y ceder todo en diez; y viceversa también. La UD Las Palmas lleva el propio carácter de la actual Segunda División: desconoce la regularidad y ama los toboganes.
La UD que vimos este domingo en La Romareda fue la de las grandes finales, esas que hemos comentado y que ganó en escenarios de equipos líderes o emblemáticos de la competición. Salió al campo con la intensidad que no tuvo en otras situaciones y con la puntería de un equipo ganador. Metió en serios problemas al Zaragoza y más tarde se fabricó una coraza para defender con nitidez lo que ya tenía conquistado y que es puro oro a estas alturas de competición.
Es un equipo que presenta respuestas impredecibles para su parroquia y, cómo no, también para los adversarios. Este domingo el recurso para la victoria fue Vicente Gómez, un jugador que no había participado en el último tercio de la competición pero que tiene un potencial largamente alabado desde que es profesional del representativo grancanario.
Las Palmas está arriba sin tener un rendimiento regular o proporcional a lo largo de la temporada. Sin ser un equipo que destaque por alguna de las facetas del juego. No es el vertical y veloz como cuando tenía en sus filas a Thievy y Vitolo. No logra ser productivo en las jugadas de estrategia como lo hace el Éibar o el Deportivo (los amarillos suman dos goles en jugadas de pizarra); no es sólido o rocoso a nivel defensivo, tampoco posee un goleador o una delantera que presente números relevantes. Antes, al contrario. Nada en Las Palmas es constante esta temporada; ni siquiera el humor de aficionados que hay días que no sabe si amarla u odiarla.
Por eso esta Unión Deportiva es imprevisiblemente atractiva para este final de una Liga a la que le restan cinco jornadas. Porque no tiene nada escrito que se vaya a llevar a rajatabla en la competición. Reapareció este domingo la UD de las grandes finales, el equipo que navega en contra de sus propias dinámicas (en ambos sentidos). Ha vuelto, pero ahora ya no puede dejar de estar porque le va en ello la vida.
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